Bertolt Brecht dijo algo así como «qué tiempos serán los que vivimos, que se debe defender lo obvio», y desgraciadamente vivimos en una época en la que tenemos que defender constantemente el antifascismo y recordar por qué ser antifascista es un deber moral y una responsabilidad democrática.
El fascismo, la extrema derecha, nunca se ha ido, tampoco de nuestras instituciones, simplemente ahora se muestra mucho más desacomplejado para esparcir su discurso de odio. Y eso es un peligro. Es un peligro porque desde los altavoces que los medios le dan a la extrema derecha se señala y después el fascismo ataca. Como hemos estado viendo en las agresiones fascistas en los centros de menores migrantes no-acompañados, como en Torredembarra el pasado mes de febrero. O las agresiones fascistas del 9 de octubre de 2017 en València. O los ataques a murales que visibilizaban a mujeres que habían hecho historia o en murales y bancos pintados con las banderas trans y LGTB.
Porque la extrema derecha es eso: es racismo, es LGTBfobia, es machismo, es odio, es muerte. Y frente esa muerte seguiremos reivindicando siempre la vida que representa el antifascismo. Que representaba Guillem Agulló y que representa su pueblo, Burjassot, cada 11 de abril al recordarlo.
Y por memoria antifascista. Reivindiquemos siempre el antifascismo por memoria y honor a las luchadoras antifascistas que hicieron frente al fascismo hasta el final de sus vidas. Porque hablar de resistencia antifascista es hablar de dignidad. Porque qué mundo tendríamos si hubieran bajado la cabeza todas aquellas que se plantaron ante el fascismo.
Tenemos la responsabilidad de recordarlas. Tenemos la responsabilidad de reivindicarlas. Antifascistas siempre!
